Uno de los primeros aspectos a tener en cuenta cuando se quiere usar un endulzante alternativo, sobre todo si se trata de recetas, es entender que es una sustitución que en la mayoría de los casos no se da en cantidades idénticas. Es decir, si la receta lleva 100 gramos de azúcar no quiere decir que se usaran 100 gramos de endulzante alternativo. Por otra parte, además de aportar sabor, el azúcar común o sacarosa aporta peso y estructura a las preparaciones y en el caso de masas como tortas o bizcochos retiene la humedad y los hace más esponjosos, por lo que es necesario suplir esos efectos con la variación de los demás ingredientes (huevo, harina, materia grasa etc)-

Por otra parte, es importante saber que existen endulzantes de origen natural y artificial. En el caso de los primeros el hecho de que tengan esta condición no los hace necesariamente ‘saludables’. Es el caso de productos como el sirope de agave, la miel o la panela que pertenecen a los endulzantes de alto valor calor calórico y son muy similares al azúcar.

Por esto si lo que se busca es controlar el consumo de calorías (en el caso de una persona que desee perder peso), o proteger los niveles de insulina en la sangre como ocurre con los pacientes diabéticos, este tipo de azúcares no serían la mejor opción.

Fruta del monje (Monk fruit)

Aunque es un producto relativamente nuevo en el mercado, lo cierto es que desde hace cientos de años los monjes budistas afincados en las montañas del sur de China lo cultivan y gozan de sus beneficios. Es un pequeño fruto cuyo jugo tiene un dulzor muy concentrado, casi 200 veces más que el del azúcar común. Los estudios han demostrado que no eleva los niveles de azúcar en la sangre y además es un gran aliado en la cocina, con capacidad para resistir altas temperaturas, lo que lo hace ideal para hornear.