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el té

¡más que una bebida, un ritual!

Tomar una taza de esta infusión de hojas es un despertar para los sentidos, un momento que arranca a la persona de la rutina y la conecta consigo misma. Conozca sus virtudes, sus variedades y la manera en que puede prepararla para potenciar todos sus beneficios.

 

“La esencia del disfrute del té radica en la apreciación de su color, aroma y sabor, y sus principios de preparación son el refinamiento, la sequedad y la limpieza”, escribió el poeta, político, calígrafo e ingeniero estructural chino Cai Xiang en su obra Chá Lù (El registro del té). 
Tomar una taza con las hojas y brotes de la camellia sinensis, una planta originaria del sur de China y el sudeste asiático que hoy se cultiva en diferentes partes del mundo, conecta a quien la bebe con sus cinco sentidos, pero también va mucho más allá. Para Yazmín Méndez, cofundadora de Templo Té en Bogotá, es un ritual que lleva al individuo a relajarse, a sentirse mejor, a hacer una pausa en la mitad del día y a darse un tiempo para sí. 


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Las variedades

El más conocido en Colombia es el té verde, aunque según Yazmín en el país se suelen consumir con mayor frecuencia los aromatizados, es decir, aquellos tés que están mezclados con flores, especias o frutas, pues su sabor es más sutil. La característica principal del té verde es que no sufre oxidación durante su procesado y conserva plenamente las características de la hoja, pues se recogen frescas y luego se secan; su sabor es herbal.

A diferencia del té verde, el té negro sufre un proceso de oxidación y su gusto es más fuerte, porque ha perdido totalmente sus características herbales. Por su parte, el té blanco está mínimamente procesado y su sensación en el paladar es muy suave, como a hojas secas. 

No tan familiares para nosotros son el té ooolong, que está semioxidado, por lo que es muy variable. Su color es azulado y tiene un sabor más parecido al del té verde, aunque sin sus fuertes notas herbales. El té rojo (pu-erh) es fermentado y pasa por un proceso de almacenaje de varios años; no tiene amargura ni astringencia, pero sí bastante fuerza. En sabor, se parece más al té negro.

Un buen té

Con los tés pasa como con otro tipo de alimentos: los hay de calidades muy altas, medias y bajas. Las primeras son, por supuesto, más costosas, pero también ofrecen las experiencias más placenteras. “Estos tés son muy especializados y vienen de regiones muy específicas; se cultivan solo una vez al año y su procesamiento tiene una gran mística”, explica Yazmín.
 
Según ella, su calidad depende mucho de dónde venga y de la historia que tenga, ya que existen tés que se llevan cultivando durante cientos de años de la misma forma y la única manera de conseguirlo es yendo hasta esa región, pues de lo contrario se puede terminar con una versión falsificada.

Con el té matcha, por ejemplo, pasa que el que usualmente se consume no es de la mejor calidad. “El cultivo de este té tiene unas características muy especiales; hay lugares en los que se da mejor que en otros y debe plantarse a la sombra para que sea un buen matcha. Muchos de estos detalles no los percibe el consumidor a la hora de adquirir un té”, asegura.

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Pero, además, el té tiene una particularidad. Ninguna taza es igual a la otra. Esto lo explica muy bien el Taller de Té, otro sitio especializado en su distribución y consumo: “El mundo del té, de las infusiones, de la vida tranquila, está sumergido en el cambio, es un balance dinámico. La taza de té que me preparo hoy, mañana con el mismo té es distinta, cambia. Hay tantas variables (temperatura del agua, tiempo de infusión, cantidad, recipiente, mi estado de ánimo al preparar y al degustar…) que tratar de controlarlas todas para lograr exactamente la misma taza terminaría generando tensión”.
También aclara que pasa lo mismo en su procesamiento: “la variabilidad en la recolección, el aireado, la fijación, el secado, el enrollado y la selección, sumados al clima, las condiciones de la tierra y a una cantidad de variables más de la naturaleza, hacen que de una cosecha a otra, de un mismo lote, haya una diferencia notable”.  

¿Cómo servirlo?
Yazmín Méndez aclara que se deben tener en cuenta siempre tres factores: la temperatura del agua, la cantidad de té y el tiempo. Si alguna de estas tres variables no es la adecuada, aunque se tenga el mejor té del mundo, el más fino y el de mejor calidad, la preparación va a quedar mal y no va a tener tan buen gusto. “No hay un estándar en realidad, aunque sí algunos tips que podemos generalizar, como que el té verde no se pase de dos a tres minutos, que ojalá el agua no esté hirviendo o que se ponga una cucharadita por taza”. 

No obstante, manifiesta, lo más importante a la hora de elegir un té es pedir información o leer las instrucciones de infusión. Si se compra en una casa de té, allí deben indicar cómo se hace y si fue comprado en otro lugar, el empaque debe dar los parámetros. “La persona también puede preguntar, porque, por ejemplo, entre un té verde chino y un té verde japonés hay todo un mundo… Existen unos que vienen con la hoja muy pequeña y otros con la hoja muy voluminosa, y en cada caso hay un tiempo y una cantidad específica recomendada”.

Cantidad:
Por lo general, cuanto más pequeña sea la hoja menos cantidad de té debe ponerse en la taza. Y cuando la hoja es muy voluminosa, es necesario el doble de la porción que con el de hoja pequeña.

Temperatura:
Con respecto a la temperatura, generalmente los tés más delicados, como los verdes y los blancos, admiten menos grados, unos 85°C, mientras que los negros resisten temperaturas casi a punto de ebullición. En este caso varían los tiempos: “puedes sacar el té verde a partir de un minuto, pruebas y si crees que aguanta más tiempo, vuelves a sumergirlo”.


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Mezclas:
En el caso de las mezclas, los tés que pueden combinarse con leche (vegetal o de vaca) son el chai y la mayoría de los ingleses, especialmente los english breakfast, así como algunos tés aromatizados. Los más especializados y clásicos, que son de mayor calidad, es recomendable no mezclarlos con nada: ni con leche, ni con azúcar ni con miel ni con limón. “No vale la pena; estarías opacando su sabor y de paso todo el esfuerzo de quienes lo producen”.